CELEBRACIÓN DE LA INFANCIA
Octubre 26,
1997
"Hablo en la estimación: si no la infancia, ¿qué había allí dónde yo estaba
ahora?" Saint-John Perse.
Y mira ahora lo que pasa:
que viene ante mí mismo, se presenta
el tumultuoso río del anhelo,
me envuelve, me hace girar en torbellino
de recuerdos y anuncia, inapelable,
que quiere traer a la memoria hasta su cima
y luego despeñarla piedra a piedra,
verla caer, rodar entre guijarros, hojas,
insectos y esmeraldas,
un espumar de mirlos y gritos de zorzales
en las tardes pobladas de otro tiempo,
en la ilusión de un tiempo innumerable.
Traerla toda o lo que queda de ella:
Si nunca lo sabremos de verdad
mejor saberlo cuanto antes:
cuánto aroma a glicinas y a madera
en la vieja y larga galería,
cuánta henchida fragancia del hinojo
saliéndome al paso en el sendero,
cuánto olor a gallo, gallina y gallinero
al recoger los tibios huevos de sus nidos,
cuánto sabor de níspero en la boca
y los pequeños, sucios y pegajosos dedos
disfrutando las suaves, las perfectas
las
marrones semillas como cuentas;
cuántos juegos en el viejo jardín,
interminables juegos
que nunca han terminaron dentro mío.
Un territorio poblado de árboles y matas,
y esas largas, fragantes pelucas de la hiedra
cubriendo el bermellón oscuro
y la frescura del alto muro umbrío,
la dignidad y afecto de la vieja palmera
ofreciéndome sus desflecados brazos
para sentir que sí, que vuelo,
que puedo sustraerme al peso de la Tierra
y ser el héroe, el pájaro,
la cercanía de un épico destino.
No, aún no la he recuperado totalmente
pero ya la antigua certeza canturrea,
en la sangre navegan los misterios de mi viejo jardín,
la altura amplia y protectora
de mi mejor amigo, del secreto refugio
al que ascendí abrazando su tan robusta pierna,
hasta alcanzar la soledad maravillosa
de su cielo de ramas, de su dosel de hojas.
Y mira ahora lo que pasa:
allí en la vieja, pobre, digna casa
se había quedado la infancia muy querida:
pero ahora ella parece haberse adelantado,
me hace guiños y señas, me seduce y susurra
para mostrarme cómo se apresura,
cómo ya sale a recibirme
el niño que jugaba en el jardín tan viejo,
con el andar del duende y del pirata viene
mostrando con alegres cabriolas
el rastro amarillo del sendero:
Aquel que me llevaba al cuento y a la magia,
al mundo y su latido,
a comprender que vivo, que celebro.
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